Un grupo de voluntari@s de nuestra Parroquia ha hecho una labor excelente al retirar la nieve, abrir caminos hacia el templo y esparcir sal con el fin de evitar posibles accidentes o caídas indeseables para los fieles y vecinos (y especialmente para los más mayores).
Hoy hemos comprobado que, en la vida parroquial, la unión hace la fuerza y que unidos es más fácil superar las dificultades.
Al arrojar la sal para impedir la aparición del peligroso hielo, hemos reflexionado sobre lo que nos dice el mismo Cristo Jesús:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se vuelve sosa no sirve más que para arrojarla y que la pise la gente» (Mateo 5, 13).
La sal es fundamental porque da sabor a los alimentos. Una sopa sosa necesita que recurramos al salero para poder comerla a gusto. Nos pasa con todos los alimentos insípidos.
Esta tarde, al echar sal alrededor de la Parroquia para que los parroquian@s puedan llegar a la Iglesia sin resbalarse, sin esbarizarse que decimos en Aragón hemos visto que esta sal sin valor es la que pisaremos en lugar del peligroso hielo que puede aparecer tras la nevada de Filomena.
Jesús nos llama a los cristianos a ser la sal de la tierra, a darle sabor a nuestra vida y a la de los demás.
¡No seas soso! ¡No seas sosa!